A Chicho amigo desde mi niñez.
La foto llegó hasta mí por Internet y me llamó la atención. No hay
muchas imágenes del Parque Zoológico de Las Palmas de Gran Canaria en el
circuito. Y si acaso las hubiera están en el ámbito privado. Como buen
conocedor del lugar al instante me percaté de que el recinto estaba ya en sus
últimos momentos. Había perdido mucho espacio y el letrero rotulado de aquella
forma tan burda apostaba por una decadencia notable muy cercana al cierre.
El empleado que aparece sentado al lado de la cabina de madera
donde se despachaban las entradas, a dos pesetas por cierto, no lo conocí. Hice muchos esfuerzos por detectar de quien se trataba. No era un
visitante cualquiera, era, con toda seguridad, un empleado pues observé que
tenía su lado la caja del despacho de los tiques. Pedí ayuda a fin de conocer
su identidad, e inmediatamente Antonio González Santana (Chicho el Negro) me puso al corriente. Se trataba de su tío Antonio,
cuñado de su madre.
Ya con la identidad al descubierto y la información obtenida, fui atando cabos y recordé detalles del hombre de la foto. Antonio
trabajaba en los jardines del Parque Doramas y su ocupación principal era subir
hasta lo más alto de las palmeras para mantenerlas bien podadas y en buen
estado.
Antonio, siempre que podía, se hacía acompañar por su hijo. El
chico desgraciadamente nació afectado por la terrible polio. El niño era un
encanto y su padre su mejor amigo. Ambos eran inseparables y vivían el uno para
el otro. Allá donde estuviera Antonio estaba él. Por tanto, era muy usual verlos juntos
por los caminos del Parque Doramas paseando en sus ratos libres.
Un día, el podador dejó de subir a las palmeras por un problema de
corazón. Por ello le encomendaron nuevas tareas. Y es en ese tiempo cuando se
toma la foto, por vete a saber quien, y de la cual tenemos esta muestra.
Lo cierto es que esas insuficiencias coronarias acabaron con sus
días y desgraciadamente dejó a su familia para ir a donde van las personas
buenas. Como comprenderán aquel triste hecho causó un gran disgusto en su hijo
que se encontró de pronto sin la compañía de su ser querido.
Me cuenta mi amigo Chicho que una gran tristeza se apoderó de su
primo. Se encerró a llorar la desdicha en su habitación y allí, reclinado en su
cama y con las manos en la cabeza, pasaba las horas cubierto de un sudor frío
en su frente y llorando la pérdida. Tanto fue el dolor, tanta la
soledad y tantas las lágrimas y pérdidas de líquidos que tuvo que ser ingresado
de urgencia. Pero desgraciadamente, justo en el momento de prepararlo para
hacerle un electro abandonó este mundo para ir al encuentro de su querido padre,
con quien toda la vida fue el niño más feliz del mundo. Ambos se fueron con el
corazón destrozado, el señor de la foto en la entrada del Parque Zoológico y su
hijo del alma.
No sé si esta historia la encuentran triste. Yo me quedo con la
duda, pues quiero pensar que ambos siguen siendo felices, el uno al lado del
otro, y gozando de tanto amor como compartieron mientras estuvieron entre nosotros.
Me ha encantado el artículo papá. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarMuchas gracias, Kino. Ese Barrio es la cuna de muchos recuerdos para mí. Besos
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