martes, 28 de noviembre de 2017

Ciudad jardín ya es otra cosa. (28.11.2017).




Ya cuando paseo por Ciudad Jardín no siento su esencia. Las calles están vacías. Observo muchos coches aparcados y un silencio que jamás conocí. Las casas están con las puertas y ventanas cerradas. Los jardines ya no lucen el colorido de antaño. Los jardineros no se mueven con las mangueras ni podan los árboles que prolongan sus ramas sobre las vías como queriendo posarse sobre el asfalto. De vez en cuando te cruzas con sombras que no miran y ni siquiera dan los saludos de rigor. Un buenos días, ¡qué menos! 

Parece como si ese trozo de la ciudad estuviera muerto, como si no existiera. Y lo peor de todo es que no ves niños jugando en las calles ni jóvenes pretendiéndose. No sé si es que no hay chiquillos en mi barrio o vete a saber si los padres los han convertido en observadores de pantallas, entreteniéndolos en el interior de los hogares. Y además, con el inconveniente de que las ventanas y las puertas están cerradas. Así entrará menos luz de fuera, menos vida...




Sesenta años atrás sí había vida, también luz, risas, canciones, juegos y jardineros que te mojaban al pasar para gozo de todos. Había madres que hacían corros para hablar de las novedades de cada casa, de las cuestiones que les preocupaban, de las cartas que recibían y de como iban los chicos en el cole. Entonces las casas no tenían ventanas ni puertas, y si las había no se necesitaban o estaban siempre abiertas para que entrara el sol, la luz, el olor a felicidad y el calor de la vida. 

Por eso, ahora, el caminante sigue por sus pasajes y está en el otro Ciudad Jardín, en el de antaño, en el que lleva permanentemente en su memoria. Y escucha a sus hermanos Joselín y Carlos Juan, a sus amigos los cerepes, a las niñas del barrio y a sus padres cuando con un silbido llamaban al recogimiento tras haber disfrutado, como necesitan hacerlo los niños y los jóvenes. Este Ciudad Jardín ni siquiera huele a jazmines, ni a calas y ni parece que en el interior de sus casas haya algún que otro ramo de flores recogidos en sus jardines. 



    

5 comentarios:

  1. Es verdad Quino, se han cambiado coches por jóvenes, en aquella época solo estaba el coche de los Mata Luque, un Pannard muy mal conducido por el jefe de la familia, se decía que había sacado el carnet en Africa y las prácticas las hizo con dromedarios.
    Hoy en día nadie se puede imaginar un campeonato de chapas que solía durar hasta una semana, con las "porterías" en las cloacas frente a la casa de los Tophan Reguera. Las chapas las íbamos a recoger a la fábrica del dropper en el llano de Las Brujas.
    Todo ha cambiado, hasta nosotros (a mejor claro)
    Un abrazo y gracias por los recuerdos.

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    1. Aquel Pannard era todo un ejemplo de colaboración y solidaridad. Bajando Alejandro Hidalgo los chiquillos corríamos a avisarle al conductor cuando podía acceder en León y Castillo porque el camino estaba libre y no venía ningún coche. Nuestras madres no ganaban para botines, con las chapas. Pero campeonatos finales del mundo. Jo! Tienes razón, estamos mejor (pero más mayores). Un abrazo Dani.

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  2. Y yo a lo mío, en el césped con la "tiradera" afinando la puntería con botellas vacías para posteriormente cazar pájaros y mas adelante con la escopeta de perdigones. ¿Que tiempos aquellos?.

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    1. De ahí lo de Perdigón. Una botella de ron con miel y dos vasos, en la Piscina Julio Navarro, tuvieron la culpa, Lauro. Bonitas fotos, deja ver si les voy dando salida.

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  3. Lauro la primera foto donde estás tú detrás de mí, fue en el 68, porque yo estoy pelado y recien llegado de Hoya Fría. Ya pronto hará cincuenta años. Y dicen que veinte años no es nada, imagina cincuenta.

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