sábado, 12 de diciembre de 2015

El Guapango. (12.12.2015).



No recuerdo cuando se incorporó a su trabajo. Acaso, porque me pareciera que estuvo allí toda la vida. No recuerdo su nombre de pila. Lo llamaban El GuapangoSé que vivía en uno de los Portones del Barrio de Las Alcaravaneras. De él decían que en su juventud fue boxeador e incluso futbolista. Desde luego, por aquellos años, no tenía hechuras de deportista.  Trabajaba en el Parque Doramas como jardinero. Era un personaje solitario, aparentemente tímido y de poca conversación. Su aspecto era desgarbado. Sin embargo era muy amable con los chicos y sonreía con nuestras ocurrencias. Siempre se acercaba a nosotros y escuchaba en silencio las conversaciones sin opinar. Nos parecía un buen hombre y por ello le mostrábamos nuestro cariño. Acaso el mote le venía a cuento por el baile en que convertía su andar cuando tomaba copas en demasía. Entonces, aquella danza, por los caminos de tierra y bordillos en los parterres, se convertía en un peligro constante para su integridad. A menudo su desfavorecida cara, ya deteriorada por el paso de los años y digo si por los golpes del cuadrilátero, mostraba las magulladuras sufridas durante las duras travesías.




Una noche unos traspiés en falso, con la puesta en escena de aquella danza, le llevó en caída por el desnivel que iba desde lo alto de la calle Emilio Ley hasta cinco metros más abajo, donde estaba el techo de la jaula de los leones. Sacarlo de allí se convirtió en una dura aventura. Las fieras rugían y mostraban sus colmillos y garras en dirección hacia donde había quedado empotrado el desdichado jardinero. Los chicos que escuchamos el alboroto corrimos a socorrerle. Sacarlo de aquel atolladero, cuesta arriba y sufriendo las púas de los cardones,  se convirtió en un verdadero suplicio. Al final, una cuerda amarrada a la cintura y el empuje del conjunto juvenil acabó por ponerlo a salvo. Después, lo llevamos hasta la cabaña de madera situada en la zona más tranquila del Parque Doramas. Allí durmió calentito y sin sobresaltos el resto de la noche.

Algunos de los socorristas necesitamos asistencia sanitaria. Naturalmente, nunca supimos si se enteró de su vuelo en caída libre hacia las zarpas y fauces de los leones. Como era de esperar y propio de su personalidad, el día siguiente siguió su vida como si no hubiese pasado nada.





2 comentarios:

  1. Entrañable, a la par que definitorio de una forma de comportarse. Lo conocí por el portón de arriba (había otro abajo hacia la calle León y Castillo) en Alcaravaneras, mi barrio, y los jóvenes que pululabamos por la zona del Nolasco, a los que salían de aquel bar "encacarinados" los llamabamos "guapangos", como tu dices por el aspecto ostensiblemente perjudicado que mostraban, similar al de tu personaje.

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  2. Los Portones creo que eran tres. Una forma de vivir que comenzó a funcionar, seguramente, a principios del siglo pasado cuando hubo escasez de viviendas. No sé si sería exclusivo de Las Alcaravaneras, de eso tú sabes más que yo. Era un personaje muy singular y buena gente, hacía su vida sin molestar a nadie y se acercaba continuamente. Nos escuchaba y pasaba las horas así sin hablar, seguramente matando el tiempo y la soledad.

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