domingo, 19 de marzo de 2023

TOBA EL INGLÉS. Un mucho de Soul y Rhythm and Blues. Los Leones (19.03.2023).

 




La Isleta, en la capital de Gran Canaria a mediados del siglo diecinueve, era un pago de pequeñas chozas donde vivían algunos pescadores. Fue, en la década de los sesenta del mismo siglo, cuando se construye la carretera de El Puerto. El hecho de que esta cruzara el istmo, ayudó a que se desarrollara el barrio, al amparo, también, de la construcción del Puerto del Refugio de La Luz y la magnifica presencia de la Playa de Las Canteras. La llamada de mano de obra para dicha construcción, sitúa a La Isleta, en la segunda década del siglo veinte, con un censo de veinte mil almas. Si en el capítulo de San José decía de las posibilidades que tenían sus jóvenes para practicar deportes o ejercitar la cultura, La Isleta no era menos. Allí los aficionados del fútbol se encontraban asociados en el Club Deportivo Racing. Se trataba de una sociedad deportiva cultural que albergaba a futbolistas, ciclistas y boxeadores. Tenía un salón muy aceptable donde se realizaban bailes para mayores y para la juventud. Este Club fue unos de los pioneros del carnaval de la capital y estaba situado en la calle Tecén. 

  

Los Leones nacieron, precisamente, en el barrio de La Isleta. Llegado el año sesenta y cinco, se produjeron dos bajas que paralizaron sus actuaciones. Cuando Victorio el Clavija e Ignacio abandonaron el grupo, Manolín Guerra, viéndose en aquella situación de desmantelamiento, pensó en Jaime García el Fósforo y Toba el Macho. El ofrecimiento de las dos vacantes suponía una para la batería y otra para la voz. Aquella oferta, Manolín, la hizo en la Heladería Beltrá, donde había una gramola que dejaba escuchar la inconfundible voz de Chubby Checker cantando The Fly. En aquel entonces, la Heladería Beltrá, situada en la calle Tomás Morales (frente al Cine Capitol), con una leyenda detrás de grandes artesanos heladeros (Beltrá y Verdú), era un hervidero de jóvenes estudiantes que nos deleitábamos oyendo música. Allí nos reuníamos los que nos fugábamos de clases en los institutos, en la escuela de peritos, en la de maestría industrial y los de magisterio. Además, de otros que aprovechaban los recreos y ausencias de sus profesores para acercarse al lugar.


Los elegidos para las sustituciones se sumaron a la formación y la máquina en poco tiempo quedó engrasada a la perfección, hablándose en aquellos momentos de Los Leones como una de las mejores bandas de la época. Así pensaba yo también. Estos músicos, a saber: Manolín Guerra (q.e.p.d.) al bajo; Manolín Reyes (q.e.p.d.) a la guitarra rítmica;  Jorge Cruz con la guitarra primera; Jaime García el Fosforo a la batería y Toba como vocalista, nacieron haciendo las cosas bien. Buen sonido, buenas voces, instrumentos aceptables y repertorio más que notable, con interpretaciones de The Beatles, Los Cheyenes, The Kinks, The Tremeloes etc.  así como una legión de seguidores del barrio y de otros lugares de la capital que iban ganando por su excelente hacer.


Manolín Guerra vivía en Schamann venía de familia de músicos. Su hermano Willy también tocaba la guitarra y el bajo. Manolín Reyes era natural del propio barrio y era un bolerista de clase. El día que Toba llegó a la Isleta se dirigió a la Plaza de España donde lo habían citado, lugar de reunión de muchísimos amantes de la música que dominaban todos los estilos. Allí era igual escuchar Song to Woody de Bob Dylan o el bolero más hermoso de Lucho Gatica interpretando un Reloj perfecto. Interpretar era hacer música con profesionalidad y buen gusto. Era usual que los amantes de este arte, recorriéramos los grupos de los músicos para sentarnos a escuchar a la carta. Aquel día llegó Manolín Reyes con otro guitarrista y, tras cruzar unas palabras de bienvenida con Toba, inició con destreza en la guitarra y en su voz, nada más y nada menos, que Alfonsina y el mar. Sobra decir que el compositor Ariel Rodríguez, cuando compuso este tema, se cubrió de gloria para la eternidad. En el fondo, el suicidio de Alfonsina Storni, la poeta suiza afincada en Argentina. Esta canción, tocada en guitarra, es de una dificultad notable, por lo que Toba no apartaba sus ojos del instrumento y de la maestría con la que lo usaba; a la vez no dejaba de escuchar y apreciar su melódica voz cantando. Cuando Manolín Reyes terminó, miró a los ojos al recién llegado y sin mediar palabra, se levantó y dijo: “Vamos”. Toba entendió inmediatamente el mensaje que le quería transmitir: “por aquí hacemos las cosas así…” el Macho asumió aquella misiva como un reto, pero además se le ensanchó el corazón cuando convencido de que él sería la voz primera del grupo, también se iniciaba con ellos una etapa en la que sonarían instrumentos y voces. Ello le abría un abanico de posibilidades que hasta el momento no había explotado.



Foto del Album de Toba. De izquierda a derecha Pepe el de la Múa, Toba y Manolin Reyes, enfrascados en unos boleros.


Sus esperanzas se confirmaron cuando inició los ensayos en casa de Jorge, en la calle Faro, pues el grupo contaba con un sistema de audio bastante completo e inusual en aquellos momentos. Unos micros AKG de patente austriacos y fabricados en Alemania, unas columnas Selmer inglesas y un Semprini italiano con cinta que aportaba eco y reverberación para las voces. No podía empezar mejor el nuevo proyecto para el cantante.  


Jaime García el Fósforo tenía una batería Lignatone checoslovaca que había comprado en Stradivarius (propiedad de don José Avellaneda) en la calle La Peregrina. Pero para comenzar con Los Leones pensó que sería mejor hacerse con una Ludwig americana que le había quitado el sueño, al probarla, en el mismo comercio. Y así lo hizo tras pedirle ayuda económica a su padre para abonar las letras, ayuda que religiosamente fue devuelta a su progenitor con los haberes cobrados en los bolos. Esta batería tuvo una historia muy especial, pues sonaba tan bien que Chano, a quien hemos nombrado en capítulos anteriores, que tocaba la percusión con la Filarmónica y la batería con su orquesta, además de maestro de Jaime, se quedó prendado de ella al usarla en el Hotel Santa Catalina, en un doblete que hiciera con los chicos. Pasó el instrumento de manos, de ambos músicos. más de una vez, hasta que por fin se la quedó Chano, abandonando su Premier que era la que usaba en sus actuaciones. 


  


                                        Foto del Album de Toba. Foto actual de Picholi, Toba y Jaime García.


Para la presentación ante su público se esperó a las Fiestas del Carmen del año 1965, en pleno julio. Dicha fiesta es una de las más seguidas por los devotos de la Virgen en Gran Canaria. El concierto tuvo lugar en un solar preparado al efecto con una tarima visible desde cualquier rincón y el público apiñado ante sus músicos. La entrada fue masiva y la acogida fenomenal. Toba se encontraba como nunca había estado sobre un escenario. Las canciones se sucedían y los fans acompañaban con las letras, sobre todo en los estribillos. En un momento de cambio de tercio Manolín Reyes se acercó al cantante y le dijo que dedicara el próximo tema a los amigos del Puentillo. Así lo hizo, e inmediatamente sonaron los primeros acordes de Help a la vez que los asistentes enfervorecidos comenzaron a aplaudir y a gritar: ¡leones!, ¡leones…! Toba estaba extasiado con aquella primera muestra de agradecimiento del público. La acción de Manolín Reyes quedó grabada en la mente del cantante de por vida, aunque jamás la comentó con el pícaro hacedor. Lo cierto es que produciéndose el encuentro para la realización de estas biografías y al surgir esta anécdota me ocupé de investigar sobre ella a fin de documentarla. 


Además de nacido en La Isleta, exactamente en la calle Humiaga, tengo la suerte de tener muchos amigos y familiares en el popular barrio, por lo que fui tomando nota de las aportaciones que me hacían sobre el particular. Después de escucharlos he llegado a la conclusión de que los vecinos del Puentillo, zona baja donde está situada la Iglesia del Carmen, han jugado un papel muy importante en sus fiestas y, como no, en la procesión del día grande cuando se embarca la Virgen y a la vuelta del mar sube por la calle Benartemi. Ese detalle del cantante hacia su gente fue acogido con mucho agrado y Manolín, conocedor de los términos en los que se sucedían las vivencias, clavó la flecha en la diana al reconocer el papel tan importante de dichos vecinos en aquellas celebraciones. Es una aportación muy particular de quién escribe, que naturalmente puede ser errónea, pero es la más lógica que me parece. Todo ello sin olvidar que los músicos aquel día estuvieron fantásticos.  


Los Leones, a partir de ese momento, consiguieron un contrato con el Racing para tocar en los “asaltos” los jueves, sábados y domingos. El Rácing, un club que movía a mucha gente, acostumbraban a organizar bailes para sus socios y acompañantes invitados. El caché del grupo era de mil pesetas, al principio, y de mil quinientas pesetas por tocata cuando se mejoró el contrato. Lo que permitía embolsarse como mínimo doscientas pesetas cada músico o lo que es igual a seiscientas pesetas semanales y dos mil cuatrocientas al mes. Con la mejora del contrato el sueldo mensual era de tres mil seiscientas pesetas. Ello venía muy bien a la economía de los músicos y de Toba. Hay que tener en cuenta que un maestro nacional en el año sesenta cobraba alrededor de dos mil trescientas pesetas, hecho que lo situaba en superioridad económica con respecto a su querida madre y a su hermano Antonio, ambos maestros. Este detalle hizo que el cantante se planteara en aquellos momentos dejar definitivamente la carrera de magisterio y optar por el mundo de la música, con el disgusto natural de la familia. 



                                            Foto del Album de Toba. Cantando con Los Leones



Ya el cantante iba adquiriendo un nombre en el mundillo del rock, así que, además, ese peculio lo invertía en ir adecuadamente vestido para cada ocasión, cosa que siempre le ha gustado. Compraba sus ropas en boutiques y la que frecuentaba era La Nueva Ola situado detrás del Obelisco de Tomás Morales, hasta que cambió de domicilio en dicha calle al lado de la Clínica Nuestra Señora del Pino. Frecuentaba también Yerba de Tato Apolinario, un buen amigo. Ya, en los años setenta, acudía a Chamali en la calle Valencia, al lado del Mercado Central. Es decir que Toba cuidó bien su imagen para comparecer en el escenario a la última moda. En cuanto a las botas las encargaba en un zapatero artesano que había en la calle General Bravo, al lado del Supermercado Cruz Mayor, llamado Cuervo. Este buen profesional trabajaba por encargo y hacía las botas a medida. Allí le las solicitó en cuatro ocasiones, tres de piel y una de gamuza que le quedaban de maravilla. Por cierto que el hijo de aquel hombre, Claudio Cuervo guarda, aún, las plantillas de Toba, así como las de Rafael Izquierdo, Germán Pérez, Eduardo Bautista y las de Jaime el Fósforo. En cuanto a los pantalones “de ir por ahí”, los adquiría en Casa Ruperto en un puesto del Mercado del Puerto en la esquina de las calles Tenerife con Eduardo Benot. En aquel pequeño puesto, la juventud de la época compraba la ropa tejana con vaqueros nacionales como Lois Jeans de fama internacional; y otros como Levi´s, famosos por el uso que de la marca promocionaban los artistas del mundo entero. Sería imperdonable, en este momento, no recordar la foto de la adorada Brigitte Bardot colgada en todas las habitaciones de los jóvenes, usando su modelo favorito: los jeans bootcut, sentada en unas escaleras de París, con su dedo pulgar de la mano derecha entre sus labios, calzada con unas botas negras y aquella mirada angelical. Casa Ruperto, al recibir la demanda continua de “ropa americana” amplió su negocio y abrió un local frente al Mercado del Puerto y justo al lado de Casa Paulina cuyos propietarios tenían un hijo llamado Pablo (Pablín) quien fue músico y seguidor de Lennon.



                                                             Brigitte en París, con sus bootcut


Uno de los grandes problemas, que tenían los componentes de los conjuntos de música moderna, era la continua persecución de los músicos profesionales, a través de su sindicato vertical. La sede estaba situada en la calle General Franco, en el edificio donde estaban las radios Las Palmas y Nacional. Este organismo, de tipo cultural y recreativo, dependía de la Organización Sindical Española (O.S.E), que naturalmente era afín al régimen. Las quejas de los sindicalistas (“músicos” profesionales que tocaban en orquestas) venían dadas por la gran atracción que tenían los conjuntos y la gran demanda en las salas de bailes para contratarles. Esto hizo que se montara un servicio de vigilancia y multas disciplinarias a los empresarios que contrataban y también a los jóvenes músicos. Así que ante la imposibilidad de controlar tal avalancha de actuaciones, la O.S.E organizó unos exámenes, a los que se presentaron algunos jóvenes que iban sacando un carnet profesional, para estar amparado ante las autoridades. Estas pruebas se realizaban en León y Castillo, muy cerca de la Comandancia de Marina, donde estaba situado el local de Educación y Descanso, dirigido por afines a la Falange Española de la JONS. 


Toba jamás siguió ese derrotero pues su espíritu rebelde se lo impedía, además él era Toba el Macho y no sucumbía ante presiones de nadie. También hay que decir que fueron muy pocos los que se presentaron a dichos exámenes pues eran considerados unos paripés. Pues bien, un día que llegaba tarde a la actuación y corría por la calle Tecén hacia el Racing, se topó con un Land Rover de la Policía Armada en el que había un cabo, un agente y en la parte delantera de acompañamiento del conductor un hombre vestido de paisano con una carpeta azul bajo el brazo. Cuando llegó a su altura, escuchó la voz del hombre gritar: “¡Ese!, ¡ese!, ¡oye chico!, ¡para!, ¡ese es uno de ellos! ”. Toba se paró y el mando le preguntó si era uno de los del conjunto. Naturalmente caviló y se negó, buscando una salida intermedia: “Yo vengo a bailar” , lo que el hombre de la carpeta increpó: “Di la verdad que te conozco, estás quitando la comida a padres de familias” y diciendo esto el cabo de la policía entró en el Club. A los pocos minutos salió acompañado de dos personas, el presidente del club y un famoso personaje de La Isleta al que llamaban el Canelo. El presidente iba vestido a la manera hortera que se diría ahora, usaba brillantina en su tupé, le salían resplandores de su diente de oro y su aspecto era el de un “vaciola” que se denominaba en aquellos tiempos a quien presumía en exceso e iba vestido de una forma muy particular: pantalones blancos, camisa con colores estridentes y mocasines blancos. El Canelo era un personaje del Puerto que tenía fama de buscarse la vida en el muelle y, según la leyenda popular, muy aguerrido en su manera de ser. Toba seguía pegado a la pared, sin moverse y esperando a que se resolviera aquella situación. Fue de lo más sencillo e inesperado, pues después de hablar unos minutos el Canelo se dirigió al Cabo y le espetó sin miramientos: “Bueno, deja tranquilo al chico y no aparezcas más por aquí que sabes que La Isleta es una república independiente”. A continuación se dirigió al cantante y le dijo: ¿Y tú que haces ahí parado?, ¡venga, a cantar que es lo tuyo! Toba entró en la sala sin salir de su asombro. Luego, con el tiempo sabría que el señor de la carpeta era Vallejo, el presidente del sindicato.




 Foto del Album de Toba. De izquierda a derecha: José Antonio Ramírez Toba y Manolin Reyes.


Las cosas llegaron a ponerse muy mal, pues los músicos sindicados de las orquestas, presionaban para que no actuasen los conjuntos en las salas. Los Leones encontraron la forma de solucionarlo. Chano, hombre muy conocido en el mundo de la música, tocaba la batería en la orquesta que actuaba en el Hotel Santa Catalina, era vocal del sindicato, además de buen hombre. Los chicos cuando tenían tocatas se acercaban a él, para esperar que terminara de actuar mientras se echaban una copa, lo que hacían después con él para convencerlo de que pusiera su mano en el permiso de actuación que siempre terminaban por conseguir. Chano tenía un cuñado que hacía la ruta de los cruceros de Canarias a Estados Unidos y aprovechaba para traer encargos de aparatos de música, guitarras eléctricas etc. Así fue como comenzó el batería de la orquesta del Hotel Santa Catalina, en el negocio y terminó abriendo tiendas, llamadas “Musical Chano”, para la venta de cualquier tipo de instrumentos musicales.


Cuando acabaron el contrato con el Racing, se dio la circunstancia de que Manolín Reyes fue llamado a filas y partió hacia Hoya Fría para incorporarse al ejército. Manolín Guerra, antes de ser llamado para el servicio militar, preparó las maletas y se fue a Londres donde tocaría con algunos grupos del Reino Unido y con el tiempo seguiría las enseñanzas del Guru  Maharishi. Este hindú que fundó el movimiento Meditación Transcendental ejerció mucha influencia en músicos como The Beatles, The Beach Boys y el compositor Donovan, entre otros. Jorge Cruz dejó la música al abandonar Los Leones. Toba y Jaime el Fósforo barajaron alternativas y optaron por formar un grupo nuevo. La idea era partir a la península tras la idea de vivir de la música y siguiendo los pasos de Los Ídolos, primer conjunto isleño que optó por la salida de las islas para hacer música a lo grande y que se llamarían con el paso de los años Los Canarios. Así acabó esta época de Los Leones, uno de los mejores grupos que pisaron los escenarios de las islas.







 



    




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