El
año que viajábamos a Gaucín, el tiempo en nuestra casa de Ciudad
Jardín pasaba muy lentamente. La noticia la daba nuestro padre con
solemnidad. Para él no era cualquier cosa volver a su pueblo, así que en la
mesa, todos reunidos lanzaba la buena nueva: “Este año toca ir al pueblo, así
que apretad en los estudios”. Los tres hermanos asentíamos y deseábamos que el
tiempo pasara mucho más rápido, pero el tiempo es el tiempo y marcaba el
quehacer a su manera.
Desde
Las Palmas de Gran Canaria a Cádiz se tardaba dos noches y tres días ya fuera
en el buque Ernesto Anastasio o en el mismo Ciudad de Cádiz. No era agradable
navegar. Nos sentíamos muy mal en esa travesía que no acababa nunca, entre
olores a calderas y bamboleos de las embarcaciones. Llegar a Cádiz y
poner los pies en tierra no era tampoco curarnos del sacrificio pasado, pues
los mareos continuaban hasta que llegábamos a la posada y respirábamos aires de
la Serranía. Y entonces allí ya éramos los niños más felices del mundo.
La
posada era el lugar de encuentro de toda la familia Nieto y también de los
Román, que no éramos pocos. Desde mi óptica de niño veía gente pasar y todos
besarnos con mucho cariño, mi padre iba haciendo las presentaciones. Veía a los mayores que disfrutaban de las tertulias y en ellas
los cuentos de las cosas que pasaban en el pueblo. Yo aunque escuchaba con
atención muchas de las historias que se decían no las entendía. Sin embargo, me
admiraba la unión tan grande que captaba entre todos los miembros de la
familia.
Por
cierto, mi padre seguía manteniendo en Canarias la forma de hablar de como lo
hacían los andaluces y eso lo llevó a cabo toda su vida. Tengo grabaciones que
me cuesta mucho escuchar, por el dolor que me produce oír su voz, y fue andaluz
hasta su última hora. Eso tiene mérito, teniendo en cuenta que estuvo en
Canarias setenta y siete años.
De
aquellos viajes a Gaucín guardo muchos recuerdos que algún día tendré que
ordenar para escribirlos. Ahora me nace hacer este reconocimiento a mi padre
Sebastián Nieto Román que amó su tierra con toda su alma, que no dejó de tener
un contacto en la distancia con toda la familia andaluza a través del teléfono cada
día. Que supo inculcar a sus hijos el amor por la tierra que lo vio nacer; que
a través de sus palabras, de sus historias, nos supo llevar, sin necesidad de coger un
barco cada verano, a Gaucín y hacernos sentir como unos hijos más de aquel pueblo
encantador con el que él soñaba cada segundo de su vida.
Que bonito primo por todo lo que dices y la foto no la tenía ya está en mi carpeta ,preciosa aunque faltan algunos tíos. Besos
ResponderEliminarGracias, prima. Un abrazo fuerte para todos.
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